La UNESCO, a través del Programa Memoria del Mundo, está dispuesta a apoyar a todos los Estados Miembros que deseen preservar los registros oficiales relacionados con el COVID-19 en el marco de la Recomendación de la UNESCO de 2015 relativa a la conservación del patrimonio documental y el acceso al mismo, incluso en forma digital.
Hay cuatro ámbitos fundamentales que exigen una responsabilidad compartida entre los Estados Miembros, las instituciones de la memoria y los ciudadanos para responder al COVID-19 y prepararse para responder a futuras pandemias. Éstas se basan, entre otras cosas, en los valores educativos, sociales, científicos y artísticos compartidos del patrimonio documental.
En primer lugar, es necesario ampliar la cooperación nacional e internacional en la preservación y accesibilidad del patrimonio documental. Esto se hace a través de la red de comités nacionales y regionales del Programa Memoria del Mundo de la UNESCO. Con este fin, la UNESCO también está impulsando la solidaridad internacional entre sus asociados, entre ellos la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA), el Consejo Internacional de Archivos (ICA), el Centro Internacional de Estudios de Conservación y Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM), el Consejo Internacional de Museos (ICOM) y el Consejo de Coordinación de las Asociaciones de Archivos Audiovisuales (CCAAA), entre otros.
En segundo lugar, los Estados Miembros deben aumentar la inversión en la preservación y la accesibilidad del patrimonio documental como cuestión de reducción y gestión de los riesgos de desastre. La mayoría de las instituciones de la memoria dependen del apoyo público y las órdenes de «refugio en el lugar» han tenido inevitablemente efectos devastadores en sus corrientes de ingresos. Por lo tanto, en el futuro, la inversión del Estado – junto con la del sector privado – será vital para su funcionamiento eficaz y su supervivencia final. Es encomiable que las instituciones de la memoria hayan demostrado una enorme capacidad de recuperación al continuar, en medio de esta crisis sanitaria mundial, sirviendo al público mediante exposiciones gratuitas en línea, poniendo a su disposición copias digitalizadas de manuscritos antiguos y colaborando eficazmente con los ciudadanos en los medios de comunicación social. También deben disponer de los recursos y los derechos necesarios para reunir materiales -tanto de los registros oficiales como de la sociedad en general, en línea y fuera de línea- a fin de garantizar una documentación lo más completa posible de la crisis.
En tercer lugar, es importante, ahora más que nunca, que las instituciones de la memoria sean aún más accesibles para los investigadores, los encargados de formular políticas, los profesionales de los medios de comunicación, los científicos y la comunidad en general. La comprensión de la forma en que los dirigentes han reaccionado ante las emergencias sanitarias en el pasado puede servir de base para las decisiones de los encargados de formular políticas en la actualidad. Los científicos también pueden utilizar los registros de brotes pasados para mejorar sus métodos e identificar el mejor curso de acción para contrarrestar la propagación de nuevas enfermedades. En términos más generales, las fuentes primarias permiten comprender los aspectos socioeconómicos, políticos y culturales de cualquier pandemia, lo que pone en perspectiva las percepciones actuales sobre el COVID-19. Además, mediante el acceso remoto a la memoria, las instituciones y otros depósitos podrían ayudar a las comunidades a conectarse entre sí y prestar ayuda psicosocial mediante registros de culturas, idiomas y expresiones creativas compartidas.